La extraña casa. Carmen Beatriz Reyes Mendoza.

PEQUEÑO GRAN PUEBLO

            Quince de julio de 208, Silvia se casaba felizmente con quien soñaba, su amor, Roberto. Junto a toda su familia, ella sonreía, mostrando su anillo, bailando con su enorme traje… tras comerse un trozo de la enorme tarta, Roberto le dijo que le tenía una gran sorpresa de la cual se alegraría muchísimo. La llevó con los ojos tapados hacia una habitación, y al destaparse pudo ver un globo terráqueo y un árbol encima. Su regalo era visitar las ciudades más importantes del mundo, y donde se encontraba el árbol, era una acogedora casita que había alquilado para finalizar la luna de miel. Así pues, visitaron Roma, París, Londres, etc. Ya con muchísima ilusión porque les quedaba menos para descansar en esa casita.

            Pasaron dos semanas y media y ya llegaban a esa casa. Por fuera tenía una apariencia bastante desagradable, parecía estar abandonada, pero pensaron que así debían ser las humildes casas de ese pueblito. Tocaron y les abrió la puerta un señor barbudo, con olor fuerte a tabaco y a alcohol. Sin apenas mediar palabras los condujo a la habitación y se marchó. La pareja algo desilusionada por el trato dado y la situación de la casa, decidieron ir a conocer los alrededores y no quedarse allí durante el día. Más extrañeza aún cuando salían y ven un patio interior lleno de basura…

            En el pueblo todos eran muy agradables y los atendieron muy bien. Les sorprendió que, en un pueblo tan pequeño, hubiera niños desaparecidos, pues vieron el cartel de un niño de cinco años al que no se le había vuelto a ver.

            Regresaron a la casa, el casero otra vez sin mediar palabra y con ese olor tan peculiar, les abrió. Durante la noche escucharon ruidos extraños y pensaron que amigos del casero habían venido a visitarlo.

            En la mañana siguiente decidieron quedarse allí para intentar dialogar con el casero, y que les recomendara restaurantes y sitios que visitar por la zona. Pero él les volvió a ignorar, evitándoles en cuanto podía.

            Se hizo la noche, y otra vez escucharon esos ruidos, así que ya sorprendidos y a la vez molestos, decidieron asomarse sigilosamente para observar lo que sucedía. Muy asustados por si eran cogidos por el casero, recorrieron varias habitaciones para conseguir llegar a la procedencia de dicho ruido. Cada vez estaban más cerca, y más miedo pasaban… se asomaron muy precavidos a una ventana, la cual daba vistas a aquel patio interior intoxicado de basura. Anonadados por lo que estaban viendo, no pudieron mediar palabras, sólo correr hacia fuera de la casa. Rápidamente llamaron por teléfono y en unos instantes llegaron allí la policía y una ambulancia. Tras pasar unos minutos, y la gente del pueblo bastante preocupada en la puerta de la casa, se ve salir la policía agarrando al casero, y a los instantes, el pequeño niño desaparecido sentado en la camilla de la ambulancia.

            A día de hoy, estos jóvenes, Silvia y Roberto, viven en esa casa, la cual la reformaron, y los vecinos humildes del pueblo, tras haber acometido semejante hazaña y haber dejado a un pueblo sonriendo otra vez, les ofrecieron trabajo, como maestra y como mecánico. Aceptaron esos trabajos temporalmente, ya llevan dos años, y no se han planteado volver a su ajetreada vida de la capital madrileña.

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