El pozo sin fondo. Verónica Mendoza Díaz

David era un chico de doce año, alto y moreno. Solía ser muy independiente y con mucho interés por las cosas.
Un día salió y se encontró con un chico llamado Álvaro con el que se llevó muy bien, tanto que pasó a ser su mejor amigo.
A los dos les gustaba investigar lo desconocido. Cada fin de semana quedaban para ir a algún lugar.
Una de esa veces llegaron a un lugar algo deshabitado.
Siguieron caminando y cómo por arte de magia, de la nada surgió un pequeño pozo. Se acercaron y descubrieron que del fondo emergía una misteriosa luz.
David  se asomó tanto, que se calló dentro.
De repente sintió un dolor punzante. Volvió a abrir los ojos y nada de aquello era real lo único real era el dolor que había sentido, pues se había caído de la cama.

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