Cuesta Arriba. Anabel García Rodas. Gran Canaria.

Desayunando tranquilamente bebía su café. Comenzó a mascullar lo mismo e igual a todos los días. Hacía más de un año estaba cesante, profesionalmente era intachable, pero era necesario reducir personal…Después del despido pasó por todas las etapas: pena, amargura, rabia y depresión.

Entretanto, su hijo músico, Javier de 20años, estaba profundamente enamorado de Andrea y el mundo de sus pensamientos giraba en torno a ella, el resto del planeta sobraba. Hacía algún tiempo que Andrealo dejó por otro más experimentado. Siempre pensó que era "demasiada" mujerpara el inmaduro de su hijo, no le guardaba rencor, con la escuela del sufrimiento Rodrigo maduró, ahora era un hombre.

Pasados ya un par de meses desde este acontecimiento él, retraído en su dolor, no lograba levantar cabeza. Mientras tomaba un sorbo vio como venía reptando por los días, también recordó cuanto le agradaba escuchar a su hijo tocar la guitarra eléctrica a toda hora, tenía un don natural para la música que para ella resultaba criptográfico.

Rodrigo apenas sobrevivía; en una lucha silenciosa contra el recuerdo la guitarra había dejado de sonar. Rodrigo, desgreñado, desencajado, flaco a morir, con la mirada vacía, adormilado pese a la ducha, se acercó a desayunar.
-¿Hace tiempo que no te escucho tocar la guitarra?
-No la voy a tocar más, la cambiaré por otro instrumento.
-Eres muy bueno con la guitarra ¿Por qué la vasa dejar?
-Justamente por eso, ¡porque soy muy bueno!
-¡No permitas que los malos recuerdo te atrapen!, ¡enfréntalos!, ¡deja que se vayan!, olvídate de ellos, vuelve a tocar la guitarra, no puedes dejar lo que más quieres.
El, la miro desafiante:
-Y me lo dices tú que hace más de un año no ríes y te lo pasas encerrada y lloriqueando.
-Es cierto y puedo seguir victimizandome sin lograr nada. Hoytodo se me hace cuesta arriba-le dijo- absolutamente todo. Pero podemos revertirlo,pondré mi alma y lograré ver un atisbo de luz,desde hoy, todo cambiará.

Conocía a su madre, cuando tomaba una determinación la cumplía. Con esa frase había puesto fin a su duelo.

No le respondió, calmadamente desayunó en silencio y meditabundo regresó a su dormitorio-estudio.

Ella sabía que si había logrado picarle el amor propio Rodrigo saldría adelante. Mientras lavaba las tazas del desayuno escuchó la música de la guitarra, estaba componiendo.
-Bien, el camino se ve igual de empinado, la gracia, ahora, es que ambos sabemos que es asequible.

                                                                                                                           FIN

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