El entierro de la sardina: Ana C. Acosta Suárez . Gran Canaria

                                                  El entierro de la sardina


Había amanecido ya, eran las siete de la mañana. Raquel se levantó pronto pensando en el entierro de la sardina. Estaba ilusionada, pues esa fiesta le encantaba, su abuela le contaba cuando era pequeña que la sardina fue una gran salvación para todo el pueblo porque gracias a ella podían alimentarse, ya que era un pueblo pobre. Raquel no se lo creía, pensaba que aquello era una tontería, pero aun así iba. Ya eran las seis de la tarde y sus amigas la esperaban en la puerta de la casa. Ella impaciente salió corriendo. Llegaron a la plaza, allí todo el mundo vestía de negro. Esa sardina que se hacía cenizas poco a poco le recordó a su abuela que ya había fallecido. La sardina cada vez era más pequeña, Raquel veía a la gente que lloraba con falsedad, esta se sentía muy orgullosa de poder asistir a esa fiesta que tanto le gustaba a su abuela a la que quería mucho. Estaba muy feliz.

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