El lobo hambriento. Eva Pérez Luján. Gran Canaria.

El otro día estaba en mi casa solo, aburrido. Se acercaba la hora de comer, y no tenía nada. Me había comido lo único que me quedaba, y nada más que en pensarlo, me atemorizaba la idea de que pasaría hambre. En el pueblo había una niña llamada Carlota que todos los domingos iba a la casa de su abuelita enferma para llevarle unos pasteles. Suele ponerse una capucha roja que la distingue. Por ello decidí prepararme y seguirla. Salí a eso de las doce en punto. La espié desde detrás de unos arbustos. Iba muy tranquila, tarareando una melodía. Avancé por un atajo que llevaba a la casa de la pobre abuela. Le toqué en la puerta y no tardó más que un instante en abrir. Me colé como si de mi casa se tratase y la metí en un armario. ¡No paraba de gritar, aunque no me importó! Cogí una bata, me la puse por encima y me cubrí con la sábana de la cama. Justo llegó Carlota.                                                                                                                  

_¿Abuelita?                                                                                                                  _Pasa,pasa. Está abierto.-Imité su voz.                                                                                          

Cuando me vio, la niña del susto se desmayó.

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